lunes, 4 de agosto de 2008

La fuerza del dolor


De lejos señalaban, hacía tiempo que dejaron de mirarla como antes, y es que por alguna razón por más que lo intentaba, no había conseguido perder el peso que ella quería.

La miradas se habían vuelto absolutamente inquisidoras, las miradas se reían de lo que comía, las miradas no comprendían, las miradas juzgaban, las miradas nunca miraban un espejo.

Pero su camino a ser princesa era más importante, dejar todo por detrás, todo lo que algún día le hizo daño ya no importaba, porque ahora iba a ser un princesa, ahora demostraría a todos que llegaría hasta el final, ahora demostraría que podía conseguir su final.

Andaba como podía por la calle, no sabía donde iba, tampoco importaba, se movía, expulsaba de su cuerpo lo que le había metido para destrozar toda su obra.

Estuvo todo el día andando por calles que nunca había conocido, evitando las grandes avenidas, evitando las miradas, evitando al mundo, únicamente andando hacía el destino que le esperaba.

El calor pudo con su huida, su peso la llevó al desvanecimiento, la gravedad hizo como pudo su trabajo, y su nueva chispa de luz, sólo le mostró la vuelta al hospital, al lugar de donde escapó, al lugar donde quería destruir todo lo que había conseguido.

¿Por qué el mundo quería destruir su obra?

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